Yo soy el poder


Yo tengo la fuerza


Yo soy el poder.

Yo tengo el valor dentro de mi corazón. No necesito más.

Como cantaban en Nubeluz, desde esa alegría infantil que a veces olvidamos:
“No necesito nada mas que mi valor”

Y sin embargo, ¿cuántas veces esperamos el momento perfecto, como si la vida fuera un ensayo eterno?
¿Cuántas veces no tomamos las oportunidades que están ahí, esperando ser abrazadas?


¿Cuántas veces damos consejos que no usamos para nosotras mismas?

Este es un manifiesto.
Una invitación a mirar la vida con virtud.
A dejar de necesitar oscuridad y realidades tenebrosas para justificar nuestra conexión con la luz.
A dejar de fingir que el camino espiritual es una colección de pruebas impuestas por otros.

Es importante aprender sobre los chakras, entrar en el Tao, comprender el karma.
Tarde o temprano, si tienes suficiente osadía, empezarás a sentir tu Dharma arder en el plexo solar.
Y entonces, los colores te hablarán de ti.
Y los panaris (esas heridas pequeñas pero reveladoras) comenzarán a expresar un lenguaje que solo los iniciados pueden leer.

Y si es necesario, vivirás en carne propia situaciones que te atraviesen, solo para que luego entiendas al otro con humildad.
Y desde ahí, sirvas.

Este texto habla de servicio, valentía, virtud y conciencia.

No se trata de cambiarse el nombre, ni de seguir una secta, ni de coleccionar títulos esotéricos.
Tampoco de sumergirse en la oscuridad para sentirse especial o diferente.

Porque lo verdaderamente adictivo no es la sombra,
sino la idea de que siempre hay algo que arreglar en nosotras.
Es adictivo vivir en la búsqueda sin pausa,
negarse a los milagros por miedo a recibir,
necesitar tener la razón,
volver una religión el análisis perpetuo de una herida.

Yo lo sé.

Desde niña estuve en terapia.
Desde que incomodé, desde que fui distinta,
desde que no encajé en ningún molde,
me hicieron creer que el problema era yo.
Que debía entender por qué los demás no me entendían.
Ese fue mi paradigma: mejorarme para ser amada.
Estudiarme para ser aceptada.
Justificar mi alma para no ser rechazada.

Pero hoy lo veo:
no era un error, era un diseño.

Y gracias. Gracias a cada persona que pasó por mi camino,
porque aunque muchas veces me desconecté,
la conciencia siempre me trajo de regreso.

Lo que propongo es discernimiento.
Esa virtud silenciosa que no hace ruido en redes sociales, pero transforma realidades.
Esa llama interna que sabe que sin integración no hay evolución.
Esa voz que te recuerda que no necesitas escapar de ti misma para encontrar el sentido.

Somos un alma por principio.
Y desde ahí, todo lo demás puede comenzar.

¡Mutamos porque podemos!

No hay destino fijado que no pueda ser reescrito desde una célula.
Cada una de nuestras células contiene la historia de un universo en miniatura.
Y sin embargo, somos capaces de mutar: como el camaleón, como el relámpago,
como el poema que cambia de forma con cada lectura.


Si yo pude, tú puedes. Si una lo logra, todas podemos.

Solo hay que renunciar a la pantomima, al circo,
a la historia que te cuentas cada mañana frente al espejo.
Dejar de perseguir sirenas en baladas tristes
y comenzar a escuchar tu canto propio, profundo, único.

El mundo no es un terror ni una amenaza:
el mundo es una orquesta esperando a que afines tu instrumento.

Yo soy de las que ven el mundo positivamente.
No por ingenuidad, sino por elección.
Porque elegir ver lo posible es el primer acto mágico de cualquier creadora.

La mutación no es teoría: es danza, es decisión, es acto.
Y este manifiesto es solo el primer paso.

Tú decides si lo das.


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